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lunes, 25 de abril de 2011

Contra la muerte



Hoy se agotó el soplo vital de Gonzalo Rojas.

No podré más que extrañar su obra. Quiero decir, no podré extrañar a la persona, considerando que a él, personalmente, nunca lo conocí.

Aunque pensándolo dos veces, en realidad sí lo conocí, por no decir: lo entreví. Fue hace unos siete años o más, en París. Gonzalo Rojas leyó algunos poemas en la Maison des Amériques. Más bien diría que entretuvo a la audiencia, convirtiendo sus poemas en materia de un show teatral: un monólogo cómico. Al terminar el espectáculo, la gente (gran mayoría de chilenos) se acercó a él para solicitarle una firma o simplemente felicitarlo. Me dejé llevar por la masa y, tras una breve fila, le pedí al vate que firmara uno de sus libros, que adquirí en México. Es un bello tomo, en formato grande, depurado, con ilustraciones de Roberto Matta. Gonzalo Rojas se quejó de inmediato por todas las erratas del tomo. Aún así, bajó del Olimpo como tan bien sabe hacerlo y accedió a firmarlo. Al parecer no oía bien, porque firmó lo siguiente: "A un elefante".

Un chileno que en la época debía tener mi edad actual, quizá algo más, y que visiblemente tenía mejores contactos que yo con el Parnaso chileno, me contó que Rojas pedía al final que lo sacaran de las formalidades y que se fueran todos (vaya uno a saber quién) a beber tranquilamente.

Recuerdo, ya más lejos en los meandros de la memoria, cuando descubrí la Antología de aire del FCE en la biblioteca del liceo. Con dos amigos sólo podíamos exclamarnos, en nuestra tierna adolescencia: todos los poemas brillan.

1 comentario:

José Luis F. Castillo dijo...

descanse en paz el gran vate.