Entrevista realizada por Christian Anwandter y Pablo Fante, publicada en Revista Nigredo, n. 4, París, 2008.
Nigredo – Actualmente, ¿cuál es su relación con el verso?
Armando Uribe Arce – Me ha pasado algo, sólo dos veces en mi vida, y en los últimos años. Una vez fue en febrero de 2005. Había estado escribiendo tanto en verso, tantas cosas al día... Y por mucho que parezca que uno hace esfuerzo para mover los dedos al escribir, o esfuerzo mental –digo, porque uno escribe principalmente del inconsciente... No sé. El hecho es que se me produjo un cansancio, producto de escribir durante meses y meses todo el tiempo. A tal punto que corté el 11 de febrero de ese año con escribir verso. Seguí escribiendo otras cosas, tomando notas, pero no verso. Dejé pasar un año sin escribir. Después retomé, claro. Estuve de nuevo escribiendo en forma continua y armando libros, para los cuales elijo uno de cada diez o veinte de los textos escritos. A veces uno de cada cinco, eso varía según las épocas. Pero total que el mismo agotamiento se me produjo de nuevo hace un par de semanas. Y he pasado a escribir notas en prosa, sin meterme en este asunto de los versos. Lo que sí he notado es que, escribiendo en prosa, me resultan muchos versos. Con el hábito: por la tendencia a uno se le ocurren frases que vienen del inconsciente, frases que no tienen explicación racional en el momento de tenerlas. Se pasan por la cabeza y en un cierto número de casos son versos.
Nigredo – ¿Cuál sería, en ese sentido, su relación con la prosa de ascendencia surrealista?
Armando Uribe Arce – Me interesa el surrealismo de los años 30, George Bataille, autor de nouvelles. De esas narraciones que no son novelas pero que casi lo son. Son más penetrantes que una novela incluso; escritas en prosa, tienen mucha poesía. Desde luego, reducir la poesía nada más que a los versos es un gravísimo error. Poesía puede haber en los versos y en la prosa. También pasa en Balzac. Yo la llamo poesía de las situaciones. Creo que la hay en Balzac y casi todo el tiempo en la obra de Stendhal, sobre todo en La cartuja de Parma. En Las ilusiones perdidas hay diálogos que contienen fuerte poesía. Así mismo, hay un escritor chileno de prosa, el mejor probablemente en el siglo veinte, Joaquín Edwards Bello, en cuyas novelas (como Valparaíso) o crónicas aparecen frases de gran poesía. Frases que constituyen versos desapercibidos dentro de la prosa publicada como artículos en La Nación. Por ejemplo, habla de sus amistades en los años 50, con sus nombres y apellidos, y después escribe la siguiente frase: «Amigos cuyos nombres hoy me parecen tumbas». Es excelente poesía en verso alejandrino.
Nigredo – Con respecto a la tradición, ¿qué lugar ocupa la Biblia en su poesía?
Armando Uribe Arce – Central. Es central en la civilización occidental cristiana. Y también en el caso de alguien que ha querido ser criollo antiguo: que se formó en la cultura en castellano. Y me interesan, como lego, los asuntos teológicos relacionados con el Antiguo Testamento. Sobre todo el Libro de Job, el Eclesiastés y, por cierto, el primer libro del Génesis. En mi obra Por ser vos quien sois hay una neta presencia de la autoridad del demonio, tal como aparece en el Libro de Job, que se juega por indicación de apuesta con la divinidad. Se juegan la vida, el cuerpo y el alma de Job. Además, en las distintas lecturas –y las repeticiones de las lecturas– que he hecho en distintas épocas de la vida de los libros bíblicos, hoy mi lectura cotidiana son algunos de los salmos. Aunque reconozco que no he leído de forma regular los salmos correspondientes a maitines y laudes, que son por lo demás las horas en que más numerosos salmos habría que leer.
Nigredo – ¿En qué traducción?
Armando Uribe Arce – En francés. Es un salterio en francés. Por desgracia, en mi opinión, no hay ninguna traducción de la Biblia en castellano que tenga la categoría literaria de la traducción al inglés, la King James Version, o de la traducción al alemán que hizo Lutero. En castellano, la mejor traducción desde el punto de vista literario es de un hereje, de Cipriano de Valera, del siglo XVI. Es buena literatura del siglo XVI, el mejor siglo de la lengua castellana.
Suena el teléfono, Armando Uribe Arce contesta: –Llámeme a las nueve de la mañana y ahí fijamos una cita el mismo día. Yo estoy enclaustrado. No, si yo no me muevo. No me he movido desde hace diez años.
Nigredo – Saliendo de nuestra tradición, ¿qué opinión le merece el diálogo con otras culturas, como la china, por ejemplo?
Armando Uribe Arce – Lo chino, lo chinesco, me importa porque corresponde a incidentes de la conciencia geográfica. China está exactamente en los antípodas de Chile –de niño cavaba en los charcos para llegar allá. Me tomó treinta y cinco años. Fui en una misión diplomática, con Allende, que era abrir la primera embajada chilena en China. Si no, el interés por ir a China era ninguno. La verdad, desde pequeño tuve una resistencia a lo que fuera distinto a la lengua y a la cultura castellana. Me suscitan una gran desconfianza las hibridaciones culturales (sobre todo en el siglo XX) de gente que cree encontrar su verdadera cultura en culturas ancestrales del mundo, como las de Oriente. Contiene falsía e hipocresía. Por ejemplo, los haiku escritos en castellano, inglés o francés son en general bastante malos, débiles y pobres.
Nigredo – ¿Por qué ese apego a lo hispano?
Armando Uribe Arce – Es lo más natural. Es lo que heredamos de los padres. Y lo que nos forma en la lectura. Es el mismo uno que se maneja en otra lengua. Ése soy yo: un criollo sudamericano que ha adquirido lo que ha podido de la lengua y cultura castellana.
Nigredo – En ese sentido, ¿qué papel juega La Araucana de Ercilla en el encuentro de dos culturas?
Armando Uribe Arce – El influjo real, que no es necesariamente a través de la lectura –del conocimiento efectivo de La Araucana–, sino a través de un mito, forma parte del reino de la mitología chilena. Es fundamental. Se trata de la existencia de un gran poema escrito por un conquistador en el cual aparecen tanto los conquistadores como los indígenas. Yendo más allá, y como lo dije en mi artículo «En Chile hay poesía de veras», existe lo que llamo una escuela de poesía que se ha desarrollado en el siglo XX en Chile. Una tradición en que los primeros son Carlos Pezoa Véliz, Diego Dublé Urrutia. Y que después ha continuado con los demás poetas importantes hasta hoy. Eso es muy excepcional: que haya una tradición de poesía en la que cada uno de los que escribe conozca y respete a los autores previos. Que se forme una corriente en que muchos rasgos, de la poesía y de la personalidad de los poetas, coincidan.
Nigredo – ¿En qué traducción?
Armando Uribe Arce – En francés. Es un salterio en francés. Por desgracia, en mi opinión, no hay ninguna traducción de la Biblia en castellano que tenga la categoría literaria de la traducción al inglés, la King James Version, o de la traducción al alemán que hizo Lutero. En castellano, la mejor traducción desde el punto de vista literario es de un hereje, de Cipriano de Valera, del siglo XVI. Es buena literatura del siglo XVI, el mejor siglo de la lengua castellana.
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