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martes, 15 de junio de 2010

Traducciones inéditas de Gérard de Pompiffier





Traducciones y un poema propio de Pablo Fante en homenaje a Enrique Lihn, publicados en Revista VA, n. 0, Santiago, 2007.





A la que está tranquila (Mallarmé)

No me acerco esta noche a vencer tu cuerpo, oh bestia
que arrastras los pecados de un pueblo, ni a cavar
en tu cabello impuro una triste tormenta
bajo el tedio incurable que derrama mi beso:

pido a tu lecho el sueño pesado sin los sueños
planeando en las cortinas ignotas de la culpa,
y que puedes probar tras tus negras mentiras,
tú, que sobre la nada sabes más que los muertos.

Porque el Vicio, royendo mi nativa nobleza
como a ti me ha marcado con su esterilidad,
pero, mientras tu seno de piedra es habitado

de un corazón que el diente de ningún crimen hiere,
huyo, en derrota, lívido, me acosa mi sudario:
de morir temeroso cuando me acuesto solo.


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El bufón corregido (Mallarmé, versión de 1863)

Por sus ojos –por nadar en esos lagos, de muelles
que bellas pestañas siembran y que azul mañana cala,
he, Musa –yo, tu bufón–, saltado por la ventana
y huido nuestra barraca donde humean tus quinqués.

Y, de hierba borracho, me zambullí, artero,
en lagos prohibidos, y, cuando me llamabas,
bañé mis miembros desnudos en la onda de albos guijarros,
olvidando el traje bufo por sobre el tronco de un haya.

¡El sol de la mañana secaba el nuevo cuerpo
y sentía refrescarse lejos de tu tiranía
la nieve de los glaciares entre mis carnes saneadas,

no sabiendo, sin embargo, cuando se iba en el agua
el sebo de mis cabellos y el afeite de mi piel,
Musa, que esta mugre era todo el genio!



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Valvins (Valéry)

Si desanudar quieres el bosque que te airea
en jolgorio, te fundes con las hojas, si estás
en la fluida yola ya por siempre de letras,
arrastrando unos soles situados en brillar

por albores del flanco que le acaricia el Sena
conmovido, o presintiendo la tarde del canto,
según que el bosque bañe, larga, cualquiera trenza,
y entremezcle tu vela a lo mejor del verano.

Mas siempre de ti cerca, que este silencio entrega
a los múltiples gritos de todo el cielo bruto,
la sombra de una hoja rala de libro alguno

se estremece, reflejo de vagabunda vela
sobre la polvorosa dermis del río verde,
entre el largo mirar del entreabierto Sena.


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El pájaro cruel... (Valéry)

La noche toda me tuvo el cruel pájaro
al punto agudo del gozo de oír
la voz que envía su furor tan tierno
al cielo ardiente de astros hasta el alba.

Hiendes el alma y el destino fijas
de tal mirar que no ha de recobrarse;
cuanto fue lo transformas en ceniza,
oh voz tan alta, del instinto éxtasis...

El alba por la sombra esboza el rostro
de un día hermoso que me es nada ya
–un día más: sino vano paisaje,
pues, ¿qué es un día sin el rostro tuyo?

¡No!... Hacia la noche mi alma trastornada
rehúsa el alba y la joven jornada.




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"Sólo converso..." (Ricardo Reis)

Sólo conservo el vínculo del viento
Con las cosas lejanas.
Los montes, a lo lejos, suspendidos,
Son azules. Y aquello que no cae
Es verde. Pero yo nunca podría
Desvivirme por pájaros y luego
Comérmelos servidos en un plato
Con crueles amapolas.
¿Por qué de noche siento tanto frío?
¿Por qué de pronto olvido hasta mi nombre?
No es fácil caminar entre el tumulto.
Al bostezar recuerdo que estoy vivo.
Evitaré perder todo mi tiempo
Pensando en lo que es bueno o malo.
Me vestiré de rojo, verde y blanco,
De claro negro y negro anaranjado,
Seré el camaleón de lo distinto,
El imposible campo de lo mismo.
Seré la pausa y la extensión de todo,
Dispuesto a ser comprado y ser vendido.


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"Rien, rien..." (Gérard de Pompiffier)


Rien, rien qu’esprit blessé, étang de sang pour corps :
rien que douleur de feu, bouillonnement et vide
m’éveille la conscience, attirée du mourir,
aimant au cœur du noir essentiel, mort qui pousse ;

et pourtant ce diamant s’échauffe à l’occasion
et ses éclats d’azur me sauvent d’être libre
face au soi-même, doute aux sentiers insondables
parcourus affligé par le sommeil du soi ;

puisque tu es la flamme qui égaie cette nuit,
rose flamboyante du jardin qui se fane,
dont l’ardeur, cours de sang, abreuve l’égaré,

et puisque tu es encor, l’éveillant, ce diamant,
ne cesse de t’étendre au fond de ma douleur
pour m’extraire en diamant qui résiste ton feu.

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