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viernes, 7 de mayo de 2010

Leyendo la ciudad

La novela Martín Rivas, de nuestro compatriota decimonónico Blest Gana, genera un efecto de ansiedad -¡ganas de leer!- parecido al que se experimenta con El rojo y el negro, de Stendhal. Pero no nos hace viajar por el París de la Restauración realista, si no que por el mismísimo Santiago de la República Conservadora.

Y nos invita, hoy, a leer sobre nuestra capital en esos años 1850. Todo era muy diferente. En el censo de 1865, la población de Santiago sólo alcanzaba 115 mil habitantes y en el Centro abundaban las casonas, como vemos en la foto de este artículo. Y sin embargo, muchos signos del pasado permanecen.

A ratos, pasamos por alto que vivimos rodeados por los símbolos de otras épocas, por los nombres de instituciones y calles, por los monumentos y las casas aún en pie. La arquitectura de una ciudad es un libro abierto, en el que se leen los trazos históricos de su formación. Esto, aunque nuestro sísmico país se desmorone y realce siempre. En las zonas rurales, asimismo, la traza del hombre sobre la geografía alberga historias y revela nuestro antiguo diálogo con el entorno.

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