Los libros usados son una solución. Al ser económicos, son un consumo cotidiano, como llegan el pan o la leche a la mesa (y no una inversión, ¡no son un mueble!). Además, los libros usados prolongan su vida a través de nuevos lectores. Y, sobre todo, permiten encontrar títulos de manera sorpresiva, a la vuelta de la esquina. En una librería de segunda mano no esperamos hallar un libro preciso: hay que saber acudir a ella abierto a todo tipo de sorpresas y con ganas de leer de todo.
Ya poniéndonos en la posición del librero, podemos citar un ejemplo conocido de librería que supo incorporar los libros usados a sus estanterías con gran éxito, al punto de montar diferentes tiendas de varios pisos cada una: la multitienda de libros Gibert Jeune, en Francia. Su éxito es tal que invadió todo el sector de la Fuente Saint-Michel, en París.
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