Muchas veces, sucede el traspaso familiar y un mismo libro es leído por varias generaciones. Con el paso del tiempo, van apareciendo las marcas características: notas manuscritas en el borde de la hoja o la misteriosa desaparición de algún pasaje (lo que nos lleva a imaginar partes de una trama...). En ese caso, el libro cobra su valor de patrimonio, en cuanto herencia cultural: actúa como testigo presencial de que una familia ha recorrido senderos lectores comunes.
A veces, una familia vende partidas completas de un pariente fallecido y los libros son lanzados hacia los cuatro puntos cardinales, como hojarasca al viento. Pero basta la aparición de un curioso lector para soplarles nueva vida. Quién no ha descubierto alguna dedicatoria personal al abrir un tomo, o algún recorte introducido entre las hojas de un libro comprado de segunda mano.
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