La lectura es uno de los motores principales de lo que el escritor francés Paul Morand llamó "el viaje alrededor de mi pieza".
Así como somos todos en potencia viajeros, o incluso (por qué no) pioneros en tierras ignotas y surcadores de mares lejanos, somos asimismo viajeros en nuestro propio mundo, sin necesidad de desplazarnos físicamente. Mientras el cuerpo permanece estacionado en un lugar, quieto y reposado, nuestra mente puede alzar el vuelo hacia horizontes lejanos.
La lectura, gracias a la alquimia imaginativa del lenguaje, tiene la capacidad de hacernos vivir en los ojos del cazador de Malasia o la piel del tigre que lo acecha a través de la foresta. La lectura nos permite vogar mares y cielos junto a los Argonautas, deslizarnos por los gélidos caminos de Alaska junto a un perro lobo e, incluso, afrontar las dudas existenciales de un hombre que en Argel se siente extranjero al mundo.
Aunque estemos entre los muros cotidianos de nuestro cuarto, de viaje por un desierto, por bosques húmedos o en el blando reposo de la arena, la lectura nos transporta gracias a lo que otros seres humanos han imaginado, relatado y compartido en sus escritos.
Así como somos todos en potencia viajeros, o incluso (por qué no) pioneros en tierras ignotas y surcadores de mares lejanos, somos asimismo viajeros en nuestro propio mundo, sin necesidad de desplazarnos físicamente. Mientras el cuerpo permanece estacionado en un lugar, quieto y reposado, nuestra mente puede alzar el vuelo hacia horizontes lejanos.
La lectura, gracias a la alquimia imaginativa del lenguaje, tiene la capacidad de hacernos vivir en los ojos del cazador de Malasia o la piel del tigre que lo acecha a través de la foresta. La lectura nos permite vogar mares y cielos junto a los Argonautas, deslizarnos por los gélidos caminos de Alaska junto a un perro lobo e, incluso, afrontar las dudas existenciales de un hombre que en Argel se siente extranjero al mundo.
Aunque estemos entre los muros cotidianos de nuestro cuarto, de viaje por un desierto, por bosques húmedos o en el blando reposo de la arena, la lectura nos transporta gracias a lo que otros seres humanos han imaginado, relatado y compartido en sus escritos.
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